miércoles, 30 de enero de 2008

Juan Churrete

JUAN CHURRETE






















Encontrar lo que no se busca

Hoy fui a darme una vuelta por avenida Uruguay, incluso entré al mercado el Cardonal, con la intención de ver a Juan Churrete. No lo encontré pero tiene que haber andado por ahí. Tal vez se ha escondido o algún saco de papa en sus hombros le ocultaba el rostro. De todos modos lo sentí cerca, casi muy cerca, en realidad.

Entre tanto de que asombrarse, me entretuve mucho rato mirando a algunos de sus amigos casi todos vendedores, cargadores y feriantes de la calle. Gritaban sus productos muy baratos, ¡¿ajos, caserito?¡- me dijo uno, al que en mi vida le he comprado, pero así es ese instinto de amabilidad, lo que nos hace quererlos ingenuamente, pesando que somos sus regalones o su esperanza de los cien pesos para la caña o lo que falta para la cazuela de quinientos en la picá de doña Rosa.

Nada por unidad, todo al por mayor, tres por luca, tres por cien, seis por quinientos, choclos, jureles, machas, cebollas, paños de plato, flores, orégano parecen desobedecer el mercado bursátil de los últimos días con un dólar casi a la misma altura de sus imprescindibles olorosos productos cuneteros. La gente más pobre de los cerros del Valparaíso patrimonial me envolvían en medio de su sufrimiento alegre y sobre todo sagaz.

Allí, donde la policía parece buscar más a la víctima que al victimario, donde los hombres y las mujeres amigos de Churrete refuerzan sus ánimos y a la vez agotan sus sueños, deterioran sus días y funden la muerte con la vida, fingiendo ser más cuerpo que alma. Fingiendo no tener más deseos, que los deseos de superación pese a la malversalidad o a la adversilidad. Pese a una policía que los acosa, los patea, los detiene, los disuade, cumpliendo órdenes de superiores, órdenes oficiales, órdenes legales. Legalidad que los dejó tirados. Muchos dejaron de ser campesinos, mineros, artesanos o indios y ahora son, con carnet en mano, chilenos. El roto chileno, el choro, el flaite, el gañan, el vago, el ladrón, el borrachito, el delincuente.

Seguí mi correcto caminar y mi zigzaguente mirar por la vereda oriente de avenida Uruguay en dirección a la plaza O’higgins, que quedaba a una cuadra, tras cruzar la Avenida Pedro Montt, la principal avenida de los semáforos.

Me detengo a observar un detalle y de los buenos, casi, casi cahuín de antología churretera: una pareja de carabineros extrañamente esbeltos para los casi cincuenta años que mostraban sus rostros, quizá su cara de amabilidad y condescendencia hacia el ciudadano los mostraba más madurones. En éllos me fijé porque conversaban con un civil, un vendedor que había salido de una de las tiendas no itinerantes. Lo saludaron como si fueran “socios”, el vendedor miraba nervioso a su alrededor, como delatando el tema de su conversación, los más suspicaces ya sabían que comentarios se hilaban entre él y “los guardianes de la bahía” como les dice juanito, con un poco de vino en la cabeza. Por atender con mi vista y mi curiosa suspicacia a este, a lo menos para mí, reconciliatorio diálogo cívico-militar, descuidé lo que pasaba a unos centímetros más abajo de esas cabezas parlantes y mis ojos interrogadores. Cuatro mujeres de poca edad, envejecidas, los miraban con rostros anémicos que se hacían invisibles en el trasfondo orinoso en el que se encontraban, parecían una momia, desde el punto de vista arqueológico, con ojos de inocencia al saberse ad portas ipso facto sorprendidas en ilícito de no tener boletas, facturas, ni menos permiso o autorización. Las manos cruzadas como sosteniéndoles en el aire, hacían perfecto juego con sus apretados labios que rogaban por silencio, calma y ningún cambio en el destino de sus vidas en ese momento. Solo querían no ser vistas, ni tocadas, ni arrestadas, era muy temprano para encerrarse, y más temprano aún para dar por perdidas las esperanzas dar de comerse y de comer. El mismo deseo las hacía un solo cuerpo en la inmovilidad que genera el miedo…a la justicia…humana.

Pues eran de esas mujeres perseguidas por la justicia y que, por lo que los carabineritos que conversaban dos baldosas más allá, debían arrestar y llevarles su mercadería exhibida en los plásticos de un metro cuadrado, amarrados por dos hilos que cruzan diagonalmente de una punta a otra, para que cuando al ver el quepis de alguna gorra estrellada o sentir el silbido alertador del ambulante de la esquina, pudieran tomar todo su capital de una vez y cual viejo pascuero posarlo en la espalda y patitas para que te quiero, corre que me pillan, correr, y correr a esconderse, a perderse todo lo posible en la multitud de escondrijos que las luminosas ciudades modernas poseen.

Por el contrario, de nada serviría su estrategia evasiva, si el azar y la suerte se confabulaban en contra de ese esfuerzo, dando garantías plenas al afortunado presentante del orden y de la Patria actual que fuese, para cumplir su labor de higiene comercial.

No era gran labor, si la comparamos con lo difícil que le hubiese sido pillar a los dueños de las grandes empresas financieras, comerciales, monopólicas y usureras que no deambulan, pero que abundan por estos días de neocapitalismo con justicia social, como decía Lagos uno de los grandes políticos Presidentes que ha tenido Chile en estos últimos tiempos de Concertación de Partidos políticos, y fundador del Partido por la Democracia, ni más ni menos, lo que no es poco en cuanto a ganancias, ¡Uf!.

Me acordé de que, por esto del metro cuadrado de plástico, Juan Churrete decía siempre, “vive tu metro cuadrado”. En este caso, la metáfora perdía sentido y ganaba realismo, sus palabras son la suma total de lo que, en ese momento providencial para mi relato, tenso para las damas, estaba viendo desde ya hacía unos segundo en la avenida Uruguay, en donde el mar se sale para transformarse en sedimento humano, en pedazos, retazos y fragmentos de seres, en sobras de las sobras de los desperdicios que el sistema antisocial con tanto ahínco trata de desmoldarse. Aquí, Darwin no pudría haber encontrado el eslabón perdido entre el ser acuático y el terrestre, entre los peces y el hombre, entre el pez y el hombre monos.

No más de medio minuto duró la escena, terminada con un sobreoportuno gesto de agradecimiento de parte de los carabineros y una satisfactoria sonrisa con ojos achinados quizá de maldad, envidia o delirios de grandeza, de la otra parte, del vendedor “amigo” o “socio”. Único de los contertulios que se dio cuenta de la presencia de las petrificadas apariencias y agitadas existencias ambulantes de las damas, que denuncio, porque los verdes, este sobrenombre me lo enseñó juanito, pues!, no tienen ojos en la espalda.


Me topé con la calle de los niños

Mientras se tallaban estas palabras en mi cabeza, fuertes gritos interrumpieron mi engramado registro. Los gritos aluden a una pelea entre un recolector de basura o un hombre del aseo y unos muchachos, que según murmuran los mismos cuneteros que alimentaban mis reflexiones, son pandilleros dedicados al robo de celulares y carteras, aterrorizadores de viejos, viejas, señoras, gordas y, uno que otro pije, superconfiado de su pelaje. La pelea duró apenas un instante, pero acaparó la atención de muchos que, hacia poco, eran ensimismados transadores de naturales comestibles frescos y perecibles. La pelea se prolongo solo en el eco de las voces que comentaban el, yo creo, habitual choque de fuerzas antagónicas del bajo pueblo. Y la policía no apareció. Todo transcurrió según una lógica callejera, encementada en el ir y venir de todos, en una mañana calurosa y sin brisa marina. Un ajuste de cuentas, una exigencia de explicación, hacer justicia con las propias manos o evitar la burocracia, podrían haber sido las causas de esta lógica en la que la policía es contrarrestada.

Al parecer no corrió sangre, sino solo adrenalina. Seguí mi deleitoso recorrido por entre el decir de los vendedores, las risas de las mujeres una que otra talla al mariquita de la chasquilla que vendía peinetas.

Mis orejas y mis ojos están neuróticos buscando lo ajeno y lo propio, lo perdido o lo ganado. Solo encontré aquello que no buscaba, niños encajonados, masticando, chupando o mamando. Otros que sabían caminaban, movían sus envueltas entrepiernas con una gracia que enternecía su miseria, paseándose cual tiovivo por los cuerpos de sus madres, tías o abuelas. Mujeres muy gordas, enfajadas en jeans y poleras ajustadas por una necesidad de mostrar la gracia de sus siluetas femeninas irregulares que tanto atraen a los machos de los cerros, camino de cintura para arriba, y de los mercados del plan porteño. De esos cuerpos habían salido esos cuerpecitos que acariciaban la vida a pleno aire libre. Muñequitos de la nada que se golpeaban segundo a segundo, más con la muerte que con la vida, más con el hambre que con la leche, más con el frío que con la tibieza, más con la crueldad que con el cariño, más con el dolor que con la alegría, más con la vejez que con la niñez.

Al salir de esta escalofriante infancia callejera, empecé a buscar un lugar para comer; ya eran más de las doce y claro el abandono de los niños provocó hambre y necesidad de protección. Mis bolsillos, no mi cabeza, podían darle tranquilidad a mis entrañas. Me devolvió por la misma vereda con la intención me adentré por las escaleras que daban al segundo piso del mercado. Me encontré con las pizarras oferteras y los mozos que provocaban e incentivaban las tripas con merluzas, congrios, salmones, reinetas, ensaladas, caldillos, pailas, cocimientos, cazuelas, humitas, papas fritas y sarteadas. Me sentí tan a gusto, me sentí placentero antes y después de comerme una frita merluza con ensalada surtida. Aunque no quería, igual tuve que comprar una cervecita para quemar el aceite frito que tan buen sabor da al escamoso animalito marino. Me olvidé de todo lo que había visto, menos de Juan Churrete.

Salí como si me hubiera tragado una pocha viva, caminé con la barriga llena hacia un lugar con menos gentío y en busca de la micro para regresar a mi casita.



Me uno con el oculto mundo de los amantes del schopping del Vergel

Ni la distancia ni la ausencia son motivo para el olvido, así que en el curvo trayecto a mi casa en micro, se me vino a la mente el recuerdo de Juan Churrete enamorado. Pasaba más en la cama que en la pega, más en la ducha que en el restorant, más en las nubes que en las bodegas.

Ni la más triste sinfonía, ni la más alegre sonatina darían con las notas que se necesitaban para, lo que algún Mozart querría, representar los días en que Juan Churrete erotizado deambulaba por la crónicamente cuestionada avenida Uruguay. Se veía con la muchacha, tal como lo hacen los enamorados del amor, de sorpresa, por puro azar y suerte apropiadas. Amando amar. Es decir, colgar el corazón en tu pecho para que tome aire y cualquier mosca se pare a besarlo, pero quien fuera mago para esconderlo ante los malos y fuertes espíritus de la muerte. No importa, ni tenía sentido pensar en eso cuando amando se ha de amar. Desde sus machucones más recientes, hasta su cana más coquetona fueron regados por su sangre palpitante de emoción aventura y deseo. La chica igual que él, relucía su mirada en los callejones más húmedos y putrefactos del barrio El Almendral. Puro olor a cazuela, tinto litriado y el aliento de los piures, que hasta esa hora de la noche, cumplían varios días fuera del agua salada. Pero amor hay solo uno y no para siempre, así que a afanarle los vestidos, a desnudarla en sus brazos gruesos y ásperos llenos de yagas y duras costras resecas salinas y asoleadas. Ella más de un moretón le permitiría batir su cadera con fuerza dolorosa pero no menos placentera, y además, dar señal al hombre de las condiciones laboriosas de su físico. Moviéronse más que canasto de guatitas como diría el mismo Churrete, contando esta misma historia como si se tratara de otra historia y no de la suya o de la mía por lo menos. No, el decía que era de un profesor universitario que se había enamorado de una mapuche. La lengua no le paraba de contar y des contar los detalles de esos encuentros, por lo que inevitablemente lo delataban como protagonista presencial y peor para él, verídico, creíble y amable.

La cuestión fue existiendo, tomando, amando y siguiendo el curso normal de los acontecimientos amorosos del siglo XX y ocho años del siglo XXI, de los que no se sabía nada y se cuestionaba lo poco que se sabía, habían pocas explicaciones, todas malas e incompletas, no daba pie ni para una nota en la sección “cartas al director”, no obstante muchos resongoslocosongos y pocos bailarines bailando el baile horizontal del amor. Las parejas a bailar y todos se tiraban al suelo. Estar y ser fascinados, sorprendidos, como niños, haciendo el amar. Sobre cualquier superficie los aleteos de las palomas y los gavilanes, los churretes y las churretes que irían a salir de ese baile, no pretendían más que seguir el baile de sus padres. Churretitas y más churretitos que pese a sus inexistencias, dolorosa calamidad, amarilla y púrpura, secreciones del secreto de la muerte ante los vivos, darían risas, alegrías, sueños y anhelos al mundo, que los observara.

Al volver la normal calma de los cuerpos inmóviles por falta de energía sexual, salían poniéndose a tono con los movimientos del trabajador de la feria, con la del gentío en busca de un pedazo de cigarro, un poco de vino, una poquita de explicacioncita de un antiguo versículito auténticamente cristiano, a lo menos. Salían con el pelo mojado, goteando, todavía. Aparte de resfrescarlos, premiándolos, los amantes podían descansados sacudir los malos sentimientos de los envidiosos de siempre esos que se dedican a escribir cuentos para desahogo de sus deseos principales y fundamentales y sustanciales del irse o volverse.

Al medio día parecían retomar sus fuerza apasionadas y se besaban entre un saco y otro, entre una carretilla chirrienta y otra, entre una pila de apios y un cerro de zapallos, entre los tomates y los pescados, entre un griterio y un llanto, entre una noche y un verano, entre un viento y una brisa. Así, sin detenerse ni en la distancia ni en el tiempo, los abrazos, las manos acariciadas y los labios hervidos, daban cauce a la tormenta tropical, Juan y la complacida, la complacida y el otro que no lo hacía nada de mal, así que, los complacidos.

Oculta vida, ésta la del schopping del vergel, tan oculta que cuando no estaban cargando los productos de la tierra, la luna y el sol, todos sabían y, sobre todo, el gato de la rosa, que los amantes estaban escondidos, y donde, atrapándose, ansiados adentro o fuera de sí. Siempre había un ojo tapando una rendija para satisfacer, castrando, la mente angustiada.

Se me sumó el pasado domingo entretenido .

Lo mejor de uno de eso domingos para Dios y Eros era que había estado entreteniendose con pasajes musicales y una que otra avanzada en los vómitos saramarescos de Saramago. Por eso es que no lo ví en la feria esa mañana, que como mucha otras ocupaba en esquivar aburrido ya, más aburrimiento. Pues, el descansado día religioso, me daba la sensación de un vacío que solo podía eliminar Juan Churrete con la gracia que yo carecía, la de ser agraciado, agraciándonos.

Total que, suma y resta, no nos encontramos porque el perla había decidido entretenerse en lo que dije. Música y literatura. Son y abcch, melodía y letra.

Logré ver a su amiga, la de los risitos de oro invisibles la representante de Eros en chile, casi con el plástico medio lleno de chilenas u milanesas, lo que significa haber vendido ni poco ni mucho. Para medio día, no era más que una mediana ganancia o una perdida a medias. No era lo que sus exportaciones sentimentales entregaban, poniéndome en el caso de élla. Lo que pasaba, permitiéndome decírselos, era que la doncella quería ser poseída, haciéndose, renaciéndose y viviéndose en el amoroso cuerpecito de churretito que la esperaba con todo abierto, corazón, manos, cabeza, boca y su no ser. Ni viagra, ni condón. Solo saliva, harta lubricación, ojos húmedamente brillosos y sin buena oficial educación sexual. Más rápida que las gotas de sudor que se deslizaban por sus entrebrazos, y faltando media hora para las catorce campanadas divinas de la Iglesia. La mujer se fue derechito para la casa que junto a Juan Churrete había transformado en nidito para el amor.

El viaje musicoalfabético del domingo pasaba, al comenzar su viaje por las nubes redondas, los aires frescos de la espalda y los muslos hídricos de la dama en cuestión. Un cigarro, una chelita o tal vez una cajita de tres litros por luca quinientos poscoito dan un lamentable adios a un especial día del Señor.

Domingo más entretenido que ese no me acuerdo haber tenido en mi vida. Juan Churrete, sin embargo muchos, y muchas veces, cada domingo superó más todavía al anterior y así sucesivamente. Con razón me costaba encontrar ese día de la semana a Juan aburrido como ostra o como yo.

Dejemos hasta aquí este vamos para adelante. Lo demás depende del resto de lo que nunca se supo, ni díjose. Algo de todos modos siempre se sospecha o se intuye sintiendo.









Apareció el primer día de trabajo duro

En la media de hora en micro, me acordé de varios detalles de la vida de Juan Churrete, pero de todos los detalles no. Para completar lo que me interesa que sepan de mi amigo quisiera algo que se salio de bien al fondo de mi baúl de neuronas. Parte que por ser la última de esta parte, es la que más risa provoca, si es que esto es lo que les produce a ustedes también.

Ocurre en un lunes. Lunes tradicionales, llenos de nuevos y reiterados pedidos de serviciales fletes a fuerza de músculos, sudores, malestares de vértebras desencajadas. Sacos de papas, bolsas de la feria de la flaca alta y rubia, llenas de frutas, que llevar al auto. Mientras le hacía a la coqueteada total lo pobre no quita lo valiente, lo choro menos y lo caliente menos todavía. Para la rubia, ese hombrecito tenía un aspecto simpático, pero su cara peluda y sus maneras tan poco cuidadas de vestir lo hacían rechazarlo de plano, de cuajo, pero no de reojo. Al flacuchento Churrete le gustaban las rubias altas y te tenía admiración por las más fogosas. Las cachaba al vuelo, me contaba, en un todo de ardor interior y brillo cerebral en sus ojos.

De una patroncita a otra, pasaba la mañana rápido. Su descanso lo recuperaba, de los muchos kilos a su espalda que seguir soportando, pues en la tarde había que cargar los sacos de papas, los choclos, los zapallos. Lo que no se vendió había que transportarlo a las otras ferias o rematarlo a los verduleros de los barrios del puerto.

Lunes en el que debía ir a verlo para que nos juntáramos a tomar una cervecita al son de unas buenas rancheras que ponía la carmencita del local del fondo del mercado en el segundo piso, a la hora en que la gente que andaba turisteando, ya no anda llenando los restorantes con aires de asombro e incredulidad, sino no más bien asustados y nerviositos. Como a las cinco y media. Además, no estaba la dueña, doña tremebunda como le decimos, así que podíamos tomar algunas botellitas extras sin pagar. Es que a Churrete todo el mundo lo quería y especialmente la Carmen.

El día tenía de dulce y de ácido, de luz y de sombra. Pero más de sombra, cuando las venas parecían más cañerías de un destiladero de alcohol, que sanguineos surcos. La alegría de su rostro escondía la tristeza que lo hacía reirse más fuerte.

En cambio, este pechito intacto, ni una risa, ni un llanto, ni una mueca, escuchaba entretenido, interesado, reconocido en cada una de su diversas maneras de expresión de sus sentimientos y emociones, de sus ideas, sueños y esperanzas, de sus cuestionamientos, de su cansancio, de su religión, de sus ganas de viajar, de jugar, de ir al mar, para un chapunzoncito, como que no quiere la cosa.

La tarde se hacía breve y pequeña entre tanto mundo creado en nuestras cabezas. A la salida de la picaíta, calabaza, calabaza, el se fue para el Cerro Larraín y yo para el Alegre. El a pata, yo en taxi, el con hambre y frío, yo sano y pleno. Bueno, así es la vida, creo. El no repara en estas diferencias y encuentra la forma de olvidarse de las cosas malas y pensar en positivo pensar que tiene vida, que mal que mal los malos ratos se pasan, lo comido y lo bailado no te lo quita nadie, que para eso había nacido chicharra. Canturreos que repetía en el preciso momento. Mañana, manos a la obra.


Las tantas historias de mi amigo Juan churrete se transmitían por el mismo, de bar en bar, de picá en picá, de servilleta a servilleta, de muro a muro, puerta a puerta, ventana a ventana, escalera por escalera, vecina tras vecina, papelitos y más papelitos, panfletos, pancartas y lienzos, afiches. Son el testimonio de este Juan churrete que me alegra y nos alegra, anima y alienta en la diaria noche de nuestro existir, medio vivos medio muertos, medio despiertos medio somnolientos. Medio amigos medio enemigos, medios yo medios el otro.
















Es martes y no hay luces de Juan Churrete

Horas después, respuesto, dispuesto y compuesto he retornado a mi casita sin haber podido ver a Juanito, mi gran amigo, hermano, mi casi yo, este martes. Hoy no fue un día muy entretenido, ni siquiera provechoso, a dónde estará mi amigo por la chupalla, habrá salido a alguna parte, andará en algún paseo de los fleteros o de la gente de los locales de verduras, lo habrán invitado los del club deportivo y social de su cerro, o se habrá acoplado con los de los quesos y lacteos que tienen una parcelita en Til-Til o Llay-LLay, (Nunca he podido saber si son el mismo pueblo con distintos nombres o dos pueblos con sus respectivas denominaciones mapuches). Estoy lateado y pensando en lo que estará haciendo divertido churrete. Todo el día buscándolo y lo que encontré fueron sus huellas, sus rastros, su mundo, su cama de cartón ocupada por dos o tres perros, que los trata con un poco de confianza. Me encontré con todo lo que no buscaba, pero que estaba ahí, para hablarme de lo que está ausente, pero no olvidado, está invisible pero no inexistente, está quieto, pero respira. En definitiva, Churrete es el oculto ser de nuestras existencias, ese que hacemos aparecer, desapareciéndolo, tapándolo. Negándolo. Es nuestro ser atrofiado, es el que nos carga la espalda de dolor, soledad y angustiosa nostalgia. Es ese ser de ceniza que nos deja el fuego. Es nuestro dolor de ser el otro y no poder serlo.

Por eso he encontrado lo que no he buscado, porque lo que busco no lo encuentro. Nada somos en este infinito relato de nuestros pedacitos de vida que vamos ganando y perdiendo en el vivir de lo que no se vive.

Dentro de las cosas que no busqué, pero encontré, a la manera de encontrar papeles de otras personas, unos manuscritos de Juan Churrete. Dieron conmigo o yo con éllos, poco antes de venirme estaban en e baño del restorant La boca d’ Congrio. Pasé a pregunta por Churrete y aproveché de echar la cortita. Al inclinarme para tomar papel y secarme las manos, ví en el papelero una hoja de diario que tenía unas notas en los bordes, en la parte que no hay letras impresas, porque son el margen del diario, inmediatamente reconocí la letra de mi partner, lo tomé con la exigencias de la higiene debidas, casi no lo tomé, dejé que la textura se adhiriera a mis húmedas puntas de los dedos.

He decidido leer estas notas que deseo también compartir con ustedes así que leámolas juntos. Aprovechemos de corregir, mejorar y proponer ideas para que Juanito no se ofenda, por nuestra indiferencia.
JUAN CHURRETE EN UN MEJOR MOMENTO ECONÓMICO DESPUES DE VEINTE AÑOS


Juan Churrete el porteño de corazón. La vida se le hizo humo al salir de la Universidad.

Después de veinte años lo volvieron a ver entrando nuevamente a la universidad y con dos post-grados. Y ahora dicen que es no sé que cosa en la universidad más popular de Valparaíso.

Sigue igual que siempre, pero ahora se relaciona con académicos de gran prestigio y sobre todo seriedad.

Ya no vende cebollas, ni patas, en realidad ya no vende más que su imagen de doctor en filosofía con mención en lingüística y le carga ir a las picá baratas. Le gustan las rubias.

Pero no es de esos, sino de otro cuento de lo que quiero escribir de Alberto Cabo o Juan Pablo Reyes Núñez.

Se encoge de hombros y le dice a los poetas, la gente me dice poeta, pero no me da, apenas, ni para filósofo.

Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhh! En actitud vehemencial contesta el poeta mientras sigue el relato de Juan o Alberto en su computador, en realidad, de juan, que se lo presta, para que el poeta pueda hacer el trabajo.

Me has dicho entonces que yo debo escribir tu vida porque tu no eres capaz, eres solo un filósofo reprobado por las academias tradicionales y vanguardistas de hermeneútica y exégesis contemporáneas y maestro… de cocina o de los bares de Valparaíso.

2006 es el año de los antebrazos furtivos para juanito, el hombre de nuestra falsa historia verdadera. Juanito no sabía que su vida era una mentira parchada por trozos de madera pulida.. Solo veía las aspillas, no el árbol.

Una carta hace sentir la vista del público afuera de una librería antigua de Valparaíso.

La voz de Juan se transformaba por necesidad de vivir en el mundo académico , una vez más decidido a dejar de ser poeta

Soy doctor dijo y se marchó por entre las mesas del más oscuro y húmedo puerto, pero el más hermoso. Claro , si juan andaba siempre en los mejores lugares, en las picadas de dos lucas pa’ rriba. Si subía el nivel de educación en las escuelas porque no subir las exigencias y nivel al momento de elegir un restorant.

Hay Juanito!, decía la gente, tan flaco y largo que se la han de ver!. Nada de risas señora decía para sus adentros vamos a la papa Altiro, en la realidad del asunto, la ‘eñora, echando los sacos al duro furúnculo que soñaba tener como espalda, (en todo caso).

Mi poesía decía no va por este lado, yo debo tener una paz más duradera, más constante, más perenne. Y se acordaba de sí, de su familia. Su madre le daba paz, lo arrullaba, lo mecía y lo entibiaba en la cama desde el cielo.

Con Juan habíamos tenido una conversación a paños menores el otro día cuando llovío. La mesa se hizo chica de tanto tarro que pusimos para que el agua no llegara al piso. Menos mal después nos reíamos por haber querido cambiar el curso de la naturaleza nada menos.

Juan se acordó que un día había conocido a un doctor en letras de la universidad de Playa Ancha. Y se habían juntado a tomarse unas chelitas, para conversar también, Resultó que entre las cosas de las que hablaron y recordaron, fue la vez en que habían escapado de los carabineros en una protesta contra Pinochet.

Y ahora, tomando chelitas por luca, la de medio litro. Y afuera otros protestando por eliminar lo que yo quiero conservar. En fin la lección no se aprende, pero se repite, se repite y se repite para aprenderla. Claro! Y sino para que la repetiríamos.

La criollada inmersa en unos porotos vaporosamente sabrosos, despertó el apetito. Y pidieron los dos doctores.

-¡uno igual a ese para cada uno!- Dijo, mientras miraban plácidamente el plato que lleva el mozo rápido a la mesa cinco.

No lo escuchó, no lo vío y nunca se comieron esos porotitos, pero ya habian de haberse manifestado otros momentos para saborear la comida del pueblo, la del chileno medio, la del clase media incomodada, por no decir baja.

Han sido dos días maravillosos conmigo mismo
Sin siquiera una sola pelea ni reencuentro tampoco
Solo en la espera solo en la confianza
Pero imposible era la pobreza sin entrar por el ojo de la aguja
Ni la palabra coja del discurso
Silencio solo era una gran propuesta inferida de la proposición sentenciosa de la deductiva deliberación del sujeto objeto.

Yo, churrete y todo, escribo al borde de lo que otros han escrito lo que se me antepone y lo que se prescribe, en los dos significados de la Rae, al escribir la presente palabra pasada.

En la cama, en invierno, llamada camita por el frío que provoca la calidez extra.
Ambigüedad del contrario, en la contradicción de la negación, positiva de la parte de la verdad que es una mentira a la vez. Me has engañado juanito, luchito, joselo.

Pobre sopa de comida añeja judía pobre bistec a lo pobre chileno.
En internet basta de internet pero ya basta de internet cabrense con el internet prohiban el internet, hagan lugares par internetadores y no internetadores, y no dejen entrar a los niños cuando sean restorant para internetadores.

Sed, todo esto por sed; del ser que tiene sed. (Juan churrete siempre aparece justo)

Algún día me dirán el churrete número uno de América Latina: Lleno de faltas de ortografía escrita y oral.

Cerré los ojos para despertar, claro!, era como si los siguiera teniendo abiertos, porque era ciego, sordo y mundo, cuando se trataba de pagar la cuenta. Era su viejo cuento. Venía una copa por hora, se emborrachaba a la tercera… y a la quinta!, comenzaba su retrospección romántica cuática, porque, entonces, comenzaba su cabeza a pensar la razón del porqué la cosa del ser no era como debería ser, no ser. Que la cosa más adelante sería lo único que era.

Soy latinista , romanista, por eso pienso que Romana dasrrolló una cultura non sancta.

Lo que querían los jurados, era encontrar dogmas disciplinas, compromisos, estructuras, sistemas, planes, redes.

Juan se queda callado y comienza a hablar con el computador, en silencio este le escucha.

Por que será que la psicología dirá que el Juan Pablo era loco sano. Nada era de ver en él que lo indicara, tachara, clasificara, tipologizara de enfermo.

Cayó varias veces borracho en los patios del hospital tras haber sido sorprendido llevando alcohol, pero del otro, al pabellón de posoperados del hígado, pues estaba un amigo necesitándolo. Y no es chiste.

Me perdí como me perderé muchas veces más sin saber como, a lo juan Churrete.
La alegría desbordaba las débiles, frágiles en lo material, pero resistentes en lo espiritual, paredes de la escotilla, era una pieza de dos pisos que normalmente hacen los porteños y llaman ampliado con balcón. Cuarenta metros cuadrados para ser una pura pieza era muy amplia para él… solo!.

Los pobres como yo no tenemos remedio por mucho que nos ayuden, que nos den abrigo no den choca o para la choca, nos paguen un sueldo, nos presten algo, siempre será poco.

Pero lo poco no en sentido material, sino en el espiritual. No nos pagan con amor, sino con odio. Quisieran que no estuviéramos. Quisieran que fuéramos otros. No entiendo!.

Así de pensativo, se me ( le) apareció el poeta, y quiso pensar que yo, churrete, no entendía, porque era parte de la historia, así que desde afuera de la historia y como observador, y por lo tanto, objetivo, digo, que la ayuda era material, pero en realidad era espiritual.

Pero por qué, porque los pobres eran los que enriquecían los espíritus de la materia, y al matar la materia, queda el espíritu que en ella hay.

Escuchaba el violinista en el tejado frecuentemente, lo decía para mejor comprensión de mi pensamiento.

Hoy viernes cinco de abril, ni pensar estoy en el baño haciendo honores a mi sobrenombre, porque ayer me comi un kilo de plátanos, que se ganó cargando miles de cajas llenas del tropical fruto amarillo, largo, masticable y movible, hasta dejarlo hecho una azucarada pasta.

Cuándo aprendí a sumar las letras y a leer los números, cuándo aprendí a leer el alfabeto en orden alfabético, quíseme cambiar de nombre, pero ya todos me llamaban Juan Churrete, así que si lo hacía me llamarían el ex juan Churrete, como cuando quise ser cura, y me molestaban por eso, así que dije que ya no quería ser cura, entonces me llamban, que el que queria ser cura…

Juan Churrete, tráeme esa caja, Juan Churrete saca los limones, Juan Churrete estaciona la camioneta y Juan Churrete límpiala. Juan Churrete no tomes todo a pecho deja algo para la espalda.

Por la calle de la cual hoy me despedí
Caminan condoritos acompañados de gringos.

Las voces del ayer me traen un aroma de tres y cuatro mujeres a las vez pero a ninguna toco a ninguna huelo solo las miro.

Las noticias de los diarios están llenas de detalles, lo que da cuenta de la labor periodística de fijarse en el detalle para espectacularizarlo hacerlo cotidiano, pero que sin embargo lo transforma en lo normal y corriente. Carente de asombro, y llena de cotidiana rutinaria y por supuesto espectacular crónica banal.
















Cantaba en muchos momentos la canción resistiré del dúo dinámico.
Algunos se reían de su manera de expresar las ganas de vivir.
RESISTIRE (Carlos Toro, Manuel de la Calva)
Cuando pierda todas las partidasCuando duerma con la soledadCuando se me cierren las salidasY la noche no me deje en paz.Cuando sienta miedo del silencioCuando cueste mantenerse en piéCuando se rebelen los recuerdosY me pongan contra la pared.Resistiré, erguido frente a todoMe volveré de hierro para endurecer la pielY aunque los vientos de la vida soplen fuerteSoy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pié.Resistiré para seguir viviendoSoportaré los golpes y jamás me rendiréY aunque los sueños se me rompan en pedazosResistiré, Resistiré...Cuando el mundo pierda toda magiaCuando mi enemigo sea yoCuando me apuñale la nostalgiaY no reconozca ni mi vozCuando me amenace la locuraCuando en mi moneda salga cruzCuando el diablo pase la facturaO si alguna vez me faltas tu.Resistiré, erguido frente a todoMe volveré de hierro para endurecer la pielY aunque los vientos de la vida soplen fuertesoy como el junco que se doblapero siempre sigue en pié.Resistiré, para seguir viviendoSoportaré los golpes y jamás me rendiréY aunque los sueños se me rompan en pedazosResistiré, Resistiré...


Por entre los sacos de papas y las pilas de cebolla surgía mi mano pidiendo a Dios que me tomara y me lanzara lejos de allí sin importarme a dónde me llevaría la celestial y divina mano.

Mi tristeza es poesía
Mi gracia churrete



























Algunas de las noticias que estaban en la edición del diario en el que aparecían las notas de Juan Churrete.

Estos son algunos trozos de noticias y fragmentos de crónicas de la edición del diario, en donde Juan churrete hizo estas anotaciones al margen. Las incluyo para que sepan como ven algunas personas el mundo de Juan Churrete.

La avenida Uruguay debe ser restaurada, ampliar su calzada, erradicar los "ambulantes establecidos", cuidar sus árboles, adecuar el mobiliario urbano, asearla. No se puede continuar llenando las calles con "ambulantes". Basta con lo que ocurre en Pedro Montt, avenida Argentina, calle Victoria, calle Independencia, Condell, plaza Aníbal Pinto, lugares donde vendedores callejeros y artesanos se apoderan de ellas, con autorización errada o sin ella.

Cuidemos nuestras calles, proporcionémosles esplendor. Uruguay, país amigo, merece nuestro respeto.

Uno de ellos se refiere a algunos indigentes que porfían en vivir en la calle; la gran mayoría de ellos son alcohólicos y de esa enfermedad tienen escasa o casi nula recuperación.

Otro punto negro es buena parte del barrio Almendral, en las inmediaciones del Poder Legislativo de la República. La Plaza O´Higgins presenta cero mantención, salvo una especie de glorieta para bandas o espectáculos que se levantó hacia calle Victoria. Los ambulantes, carretoneros y vendedores de pescados en avenida Uruguay han convertido el barrio en un {area indeseable a ciertas horas del día pasada a pescados en descomposición.

Pasé por avenida Uruguay y me tocó observar unos puestos de venta de merluza (pescada) y jureles. Las merluzas no tenían más de 15 cms. y los jureles 20 cms.

El "ciudadano reportero" Andrés Díaz nos envió esta foto denuncia sobre el mal estado de las veredas de la avenida Uruguay, frente al Mercado Cardonal, un punto negro que se suma a otros problemas como los lanzazos y el comercio ambulante, que no han podido ser erradicados del sector.

Soy de Valparaíso; toda mi vida he vivido acá y siempre he estado orgullosa de mi ciudad. Cuando salió patrimonio de la humanidad, más todavía, pero encuentro último que en una ciudad a la cual miles de turistas llegan en varias estaciones del año y que se está remodelando falten tantos basureros.
He ahí la explicación a porqué calles como Uruguay, Errázuriz, entre otras, son tan sucias.

Los ambulantes siguen haciendo de las suyas, sobre todo en avenida Uruguay. Muchos de ellos se instalan en las puertas de edificios residenciales y sus ocupantes deben pedir permiso para ingresar a sus moradas. El mundo al revés.

Además, blanco favorito de los robos con sorpresa son los turistas, perdiendo cámaras fotográficas, dinero y documentos.
De este modo vemos que el "lanzazo", sin ser un delito "de sangre", lesiona al cuerpo social en su totalidad y, en ocasiones, a los más desprotegidos.
En el caso de la ciudad de Valparaíso, este ilícito es especialmente grave y tiene puntos donde se comete con mayor frecuencia, como es el caso de la avenida Uruguay, el entorno del Congreso y el sector puerto, zona de gran interés para los visitantes extranjeros, al igual que algunos cerros que son puntos de atracción turística.

Añadió que actualmente estas verdaderas mafias del expendio de productos clonados "han ido cambiando su forma de operar. Son redes que se mueven por lugares como avenida Pedro Montt y calle Uruguay, ofreciendo películas, juegos y música".


Varios deben haber caído en el engaño y pensando en disfrutar de un delicioso "cabernet sauvignon", se han encontrado con algo que parecía alcohol, pero en ningún caso tenía las características del vino original.

La denuncia pública de esta situación hizo que la gente reaccionara y llamara, la mayoría de forma anónima, para dar con el paradero de los comerciantes ilegales: calle Uruguay, avenida Pedro Montt, y Condell son los principales sectores donde se ubican los ambulantes.


Reveló que la Conama, en conjunto con los municipios, está trabajando en un mapa del ruido, el que precisa cuáles son los puntos críticos. El profesional detectó áreas como Esmeralda, Prat, Condell, plaza Victoria, Uruguay y Pedro Montt.


En estos días se recordó la muerte, mártir, que encontró hace 16 años, un joven de no más de 20 años. Christian Modrow Valdebenito, de la Pompe France. Combatía un incendio en avenida Uruguay, cuando la techumbre que pisaba se derrumbó, muriendo en forma instantánea. Con seguridad, cuando llegó ante la presencia del Ser Supremo, exclamó: "Señor, me enviaste a la tierra a cumplir una misión de servicio al prójimo. Cumplí lo mejor que mis medios me lo permitieron. Algún error cometí, lo que me obligó a comparecer hoy ante Ti. Perdóname si fallé, pero déjame entrar en tu reino".

Al igual que en el clásico literario, Don Quijote y Sancho Panza se transformaron ayer en los protagonistas de una jornada que tuvo lugar en el mercado El Cardonal de Valparaíso, la que precisamente estaba dedicada a recordar los 400 años de la obra de Miguel de Cervantes.
Los personajes realizaron una cabalgata desde la Biblioteca Santiago Severín, pasando por Pedro Montt, hasta llegar al mercado de Avenida Uruguay donde fueron recibidos por el ministro de Cultura, José Weinstein, y el gobernador de Valparaíso, Iván de la Maza, a quienes narraron sus proezas en el Puerto para posteriormente recorrer el lugar. Fue allí donde dieron vida a hilarantes diálogos con los locatarios y estudiantes, logrando entre broma y broma sacar surtidas sonrisas a los asistentes, con "Dulcineas" porteñas a las que ofrecieron su protección, mientras Sancho daba cuenta de sus malos hábitos apropiándose de frutas de la estación que Don Quijote le obligaba a devolver.

























Este cuento no se terminó de imprimir en ninguna parte autorizada, tiene menos respaldo que un asiento de carretela, el número de ejemplares no supera la unidad. Tiene derechos pero no sé cuales. Disculpen lo poco. Se lo dedico a Oscar Farías Assen autor de Simplemente viviendo. Cuentos de Nostalgia en un mundo Llamado Valparaíso. Ediciones Solidaridad, Frankfurt a. M./ Alemania. Sin año de publicación a simple vista. Este ejemplar lo adquirí fotocopiado y vendido por el mismo, a mil pesos, con una dedicatoria que dice: “con mucho gusto para un admirador de parte del autor” la firma es ileible y la fecha de la dedicatoria indica Valparaíso-enero-2008 (sin punto final).


1993-2008

Gracias, de antemano,
El posible autor.