En esta casa, que no es una casa de lenguas, sino una lengua con forma de casa, estoy viviendo la sensanción de ser sin el yo, de espandirme en oleadas de sonidos significantes. Espero seguir en ellos. Seguir a la derivación de los tiempos, en el sufrir por el suceso que se hace histórico, hasta salirme de allí. Cuando escribo ya no estoy, sino no soy.
La palabra se hace nada y la nada palabra, en este cerebro que palpita imágenes hechas de sangre, sudor y lágrimas.
Busco ese silencio que solo el lenguaje poético lo dibuja . Encuentro el urbanal ruido impreso, mientras los ojos escriben las irrgulares líneas del acontecimiento sucesivo de los instantáneos momentos del compuesto puesto supuesto.
Para vivir hemos aprendido a alimentarnos con muerte instantánea; con palabras soeces nos alimentamos para reir.
La casa de las lenguas cocina capitales fatales, letales, mortales.
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